RAROS DE AGOSTO 2013 “Diario de Cuba”, Madrid
Enrique Gómez-Correa o la luminosidad del secreto
Escribe: Juana Rosa Pita (Poeta, académica, Boston, USA 2013)
Escribe: Juana Rosa Pita (Poeta, académica, Boston, USA 2013)
Pasados tres meses en librerías, retiraba
los ejemplares de sus
libros para que más adelante hubiera que
encontrarlos con linterna.
Octavio Paz lo consideró el más grande
surrealista latinoamericano.
Vuelta hacia lo desconocido por venir, refractaria a compromisos político-ideológicos,
transida de misterio, no se contamina la poesía de vana vida socioliteraria e
intereses espúreos, evitando así lo que Camus primero, y luego Ítalo Calvino en
una de sus Seis
propuestas para el próximo milenio, definieron
como la peste que invade el pensamiento y el lenguaje. De eso estaba convencido
plenamente Enrique Gómez-Correa (Talca, Chile, 1915 - Santiago de Chile, 1995)
quien huyó de esa peste ya endémica en estos tiempos, distanciándose siempre de
Neruda, cuyos acólitos irrumpieron en la sala para ahuyentar a los asistentes a
dos lecturas que dio el Grupo Mandrágora en Santiago.
"Hay que ser absolutamente luminosos", escribió quien Octavio Paz
considerara el más grande surrealista latinoamericano. Juicio que comparto,
habiendo tenido el privilegio de conocer personalmente al poeta principal de la
Mandrágora chilena de cuyas manos recibí en Virginia, cerca de Washington, la
mayor parte de sus poemarios, de otro modo inencontrables.
Conversando varias veces con él y luego leyendo sus poemas con calma —más
que oyéndolo decir algunos en casa o en la Biblioteca del Congreso
estadounidense, adonde lo llevé a grabarlos— me di cuenta, en mayo de 1977, de
estar ante un verdadero poeta: amante incondicional de la poesía, de la
libertad y apertura de espíritu en que florece, y de la incalculable
generosidad que la propicia.
Estuvo en contacto con André Breton, pero cultivó particularmente la
amistad creadora con pintores como René Magritte. Y mucho después con el grecoegipcio
Mayo. De su correspondencia con el pintor surrealista belga surgió un bellísimo
libro en que el poeta recoge los poemas que iba escribiendo para dar voz a cada
uno de los cuadros cuyas reproducciones el pintor le mandaba a Santiago. Con el
poemario publicado, El
espectro de René Magritte (1948), voló a
París y se apareció luego a visitarlo: "Correspondencia mágica entre el poeta
y el pintor", me escribió en la dedicatoria del bello volumen en que ahora
vuelvo a contemplar los doce cuadros que dieron pie a versos como estos que
corresponden aLa vida feliz:
...Ahora la nube se transmuta en el árbol
En cuyas ramas ella sostiene una prolongada siesta
La hoja denuncia sus deseos obscenos
Pero ella prefiere dormir
Dormir en mis brazos
A sabiendas de los temblores
De la metamorfosis
Del río que puede ser fruto o gusano de seda
En cuyas ramas ella sostiene una prolongada siesta
La hoja denuncia sus deseos obscenos
Pero ella prefiere dormir
Dormir en mis brazos
A sabiendas de los temblores
De la metamorfosis
Del río que puede ser fruto o gusano de seda
Los surrealistas valoraban el legado de Vicente Huidobro, quien en
una ocasión se les acercó creyendo poder pasar alguna prueba y ser aceptado en
el círculo mágico. Pero para detallar esa anécdota no hay tiempo en estas
páginas. La mayor radicalidad respecto al padre vanguardista salta a la vista
en el texto más programático del libro de Gómez-Correa, En pleno día (1949), "Mandrágora,
arte poética": invitación a vivir cercano al misterio, como bailando sin
dar pie en esa dimensión de sueño en que el labio es más veloz que la luz:
Al toque del relámpago
Sacad a pasear vuestro espíritu
Hacia los acantilados del mundo exterior
Tomad la primera palabra que salte sobre el labio
Y lanzáos con ella al infinito...
Sacad a pasear vuestro espíritu
Hacia los acantilados del mundo exterior
Tomad la primera palabra que salte sobre el labio
Y lanzáos con ella al infinito...
Que el hombre se busque en su obscuridad
Que viva en sus mitos
Que dé rienda suelta a su locura
Que viva en sus mitos
Que dé rienda suelta a su locura
Cabe mencionar el ensayo que defendió nuestro poeta al graduarse de
abogado: Sociología
de la locura (Aire Libre, 1940). ¿No es el mundo
una invención de poetas? ¿No es el poeta una invención de la palabra? Y como
"la palabra es el perfil del sueño", nos propone vivir en ese
"juego de peligros" que es tratar de hacer presente lo inefable, que
siempre se nos escapa y solo "por un golpe de azar reconocemos".
En Las tres y media etapas del
vacío (1952) dice que el poeta es un liberador
de lo desconocido, pero no solo para él sino para todos y todo. No basta
entonces hablar con las estrellas y "Comprender el lenguaje de las
plantas/ De las piedras en donde se esconden los ángeles". No basta que el
hombre recupere para sí el mundo perdido y olvidado que los sueños compactan.
Se precisa que todos ellos "Sientan el goce de la mano que les
despierta.../ Que se cante en sus oídos la más encantadora de las canciones/
Como aquella de la luz que se petrifica/ Eso es la alegría que se encuentra a
sí misma".
Con los libros de lujo tamaño folio contrasta la minimez (cabe en la palma
de mi mano) del ensayo en que desarrolla su interés por el hermetismo y en
particular por La
idea de Dios y las vocales (1954),
resaltando su carácter sagrado desde el tiempo de los egipcios y pasando por un
acróstico teatral de Calderón de la Barca, hasta el soneto de Rimbaud. Prodigio
de concisión rico en sugerencias es este librito con grabado en portada y
capitulares de Holbein el Joven, donde ahora releo que cuando Dios abre los
labios "a través de la sonrisa, como primer acto creador, una sonoridad de
vocales salta fundiéndose con el sonido de los Siete Astros".
Las ediciones de todos sus poemarios, publicados con el sello de la
Mandrágora, eran apenas de 350 ajemplares (500 a lo sumo) numerados y firmados
por el autor: nacían con vocación de incunables. Lo importante era para él
dejar constancia de sus sueños, o mejor de la luz de ellos con que iluminaba lo
real y en particular los puentes que conectaban la vigilia con el sueño, sus
propios ojos con los ojos amados, en suma: hacer de ausencia presencia.
Explosión no violenta, la creación (Poesía explosiva, 1935-1973 se titula la antología de su obra
prologada por Stefan Baciu que me dio al partir): erupción o feliz desgarradura
del dar a luz otra vida más plena, hasta entonces latente, súbitamente
concedida a los otros, al país de los ojos y manos que la acogen, por exiguo o
mínimo que sea, infinito.
A los trece años había vivido la violencia telúrica en Talca, la tierra del
relámpago, pero si bien fue marcado por ella supo transfigurarla en la
imaginación poética que lejos de dar muerte como terremotos y revoluciones,
expande la realidad, la lucidez, la vida. Diez años después, el 12 de julio de
1938, se presentó en Talca la primera revista del grupo surrealista Madrágora,
al que al principio estuvo vinculado Gonzalo Rojas. Estaban allí Braulio Arenas
y Teófilo Cid. El benjamín sería Jorge Cáceres, muerto suicida en 1949 a los 26
años, de quien oí hablar a Gómez-Correa con afecto y admiración en una crepería
de Georgetown, y cuyosTextos inéditos (1979) me enviaría dos años después recién editados por él mismo. Evocaba
las caminatas juntos por el París de la posguerra, el embriagador entusiasmo
compartido por la nueva forma de belleza que representaba el surrealismo.
El mismo entusiasmo delirante que explica su presencia en Washington
aquella primavera. A Santiago había llegado mi primer poemario, Pan de sol, y en un artículo sobre las nuevas voces de la poesía hispanoamericana
("En el archipiélago de los poetas") lo mencionaba Braulio Arenas.
Por su parte, Ludwig Zeller había invitado a Gómez-Correa a presentar un
poemario suyo en el estado de Washington, y este, confundido por la ausencia
del D.C. en el sello de las Ediciones Solar, partió con un paquete de libros
para mí creyendo que allí me encontraría. Huelga decir que no estaba dispuesto
a regresar a Chile sin cumplir su cometido: ponerlos en mis manos.
Alejado Teófilo Cid del grupo desde 1948, fue quedando solo el autor de El calor animal(1968-1969) en la fidelidad que su sensibilidad interior le pedía y
sustentaba irremediablemente, a pesar de todo. Fruto de madurez rejuvenecida es
este "poema alquímico" (así lo describe en la dedicatoria) en 99
partes que reafirman, a 30 años del exordio, su visión, y haciéndolo con la
apreciable variedad de registros que solo una experiencia asumida e integrada a
una sólida coherencia interna consienten, como en el XXXIV: "Estaba tan
furiosamente invisible/ Que tomó una pluma con tinta invisible/ Y escribió
sobre una hoja invisible/ Un poema invisible// Al terminarlo/ Rompió en mil
pedazos el papel invisible//Pero su mujer reclamó por los destrozos".
Hermoso poemario que quisiera citar profusamente, aunque me limitaré
poco más que a la primera mitad del XXXVI:
Blanco en el corazón
y las manos en la frente del niño
Para perder la muerte y entrar a la vida
Olvídate de lo que eres y serás
y las manos en la frente del niño
Para perder la muerte y entrar a la vida
Olvídate de lo que eres y serás
La primera flor en el astro más alejado
El primer beso al caer en el precipicio del comienzo
Bien seguro el silencio tiene ya otra forma...
El primer beso al caer en el precipicio del comienzo
Bien seguro el silencio tiene ya otra forma...
El poeta a veces accede al misterio, pero sale de él como un mendigo al que
la eternidad le abre los brazos, dejando siempre la estatua de su mano
extendida, a merced de los vientos que azotan su rostro. Pero no hay que
desfallecer, como dice el final del XLIII: "Que llames sin esperar ser
oído/ Solo por dar rienda suelta a tu angustia/ Para eso ave de otra pluma/
Desnuda tu corazón frente al mar".
Luis Enrique (su nombre de pila) Gómez-Correa, que había sido diplomático
de su país —en Siria, Líbano, Yugoeslavia, Suecia y Guatemala— desde 1963 hasta
renunciar por el golpe en 1973, continuó siempre viviendo en la poesía,
creándola, aun durante los 12 últimos años de vida, sembrado en la cama por la
parálisis que el cáncer de columna vertebral le produjo.
En sus envíos de entonces, así como en una tarjeta de Año Nuevo firmada por
él y su esposa Wally, con quien tuvo cuatro hijos, el trazo de la letra era
tembloroso. Pero su espíritu indagador seguía incólume como evidencia "Lo
inexpresable":
Un solo golpe al alma
y esta cae en un sueño
Del que no se sale jamás...
¿Qué hacer con la selva
Y el fantasma que eres tú
Cuando crees despertar de tu sueño
Y después caes en otro y otro y otro?
y esta cae en un sueño
Del que no se sale jamás...
¿Qué hacer con la selva
Y el fantasma que eres tú
Cuando crees despertar de tu sueño
Y después caes en otro y otro y otro?
El poemario se titula Frágil
memoria (Ed. Universitaria, 1985). Los hallazgos
de otro del mismo año que perdí por haberlo prestado, La pareja real, estababan ya en germen cuatro décadas antes. En La noche al desnudo (1945) el poeta
nos dice que la poesía lleva al conocimiento de esa trama sensible que
entreteje lo real más allá del tiempo-espacio, más allá de la vida y la muerte,
a los valores ciertos de la luz en lo eterno: "El alma es la nebulosa que
circunda el cuerpo/ Un día se dispone liberarse/ Y parte hacia la nebulosa
única".
Para Gómez-Correa la vía del amor, la poesía en libertad y la amistad
creadora era a todas luces una suerte de noche oscura o vía unitiva por caminos
insólitos y medios armónicos (no manipulables) que, transitada con
obstinada intensidad y pureza, le permitió intuir: "Recuérdalo bien/ Tanta
angustia tanta alma tanto corazón tanta lágrima/ Para hacernos definitivamente
inteligibles".
En 1987 se constelaron El
nombre de pila o el anillo de la Mandrágora, La mano enguantada, El árbol del
pensamiento...: "Sus ojos al otro lado de lo
desconocido/ Brillan con el fulgor de una mano desprendida del cuerpo...// El nombre se
adhiere al ser/ Y lo trastorna desde la infancia/ Le da la voz, el ritmo de la
sangre, el grito que extingue la respiración". Y un día llega la muerte e
impide continuar el baile que antes se danzaba con tanta embriaguez. Llega
ciertamente cuando ya se han perdido todas las esperanzas. Y uno se adentra
bien hondo en el sueño y "en su tanda corrida de símbolos".
Un raro, sin dudas, de los que merecen mayor reconocimiento y difusión:
prefirió que su poesía quedara escondida antes que ponerla al servicio de
causas extraliterarias favorecidas por muchos editores. Un raro de los que
hasta 2012 en que apenas se ha comenzado a reimprimir algo de su poesía inicial
—la retiraba de las librerías luego de tres meses, para que hubiera que
encontrarla con linterna en adelante— pocos conocían el excelente fruto de su
visión y genuina entrega a la palabra creadora: "pájaro azul de la
soledad".
René Magritte, 'Retrato de Enrique Gómez-Correa', 1953
René Magritte, 'Retrato de Enrique Gómez-Correa', 1953