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10 sept 2015

E.G-C Y LA SUPERVIVENCIA DEL SURREALISMO

A LOS 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO
A Wally


Conocimiento personal
Obra literaria de E. G-C
Importancia del surrealismo en Chile
Sobrevivencia del surrealismo en el s. XXI
Conclusión

Conocimiento personal
Mis contactos literarios con el poeta constituyen un capítulo importantísimo en mi quehacer intelectual y literario. Por esta razón, expreso públicamente mis agradecimientos a tan alto espíritu.
Lo conocí en 1977, en la Biblioteca Nacional; allí se crearon talleres literarios para “apagar el apagón”. Grabé una charla que Gómez-Correa ofreció, como introducción al surrealismo, en una clase de Miguel Arteche. Después, a fin de ese año, Lafourcade, el Chico Molina, Martín Cerda, Arteche, Braulio Arenas y Enrique Gómez-Correa, integramos la legión de escritores consagrados y noveles, que llegó hasta la tumba de Gabriela Mistral, en Montegrande. Dos días de llana convivencia entre todos. En esos primeros contactos, aprecié que G-C era un varón de extraordinarias condiciones éticas, además de su inteligencia, sencillez y caballerosidad.
El hombre que había sido sorprendido por la violencia extrema de la naturaleza, en su infancia, estaba recibiendo en esos años el ataque descreído de la dictadura. El diplomático, el abogado que ganaba grandes causas en defensa de los trabajadores; como cuando apabulló en un juicio a Codelco, siendo su gerente Carlos Altamirano (sí, el mismo). Dijo que el monto ganado a favor de obreros y empleados había sido gigantesco. Pero nadie podía cercenar su brazo poético, su libertad de pensamiento. ¿Nadie? Salvo la Naturaleza. Marzo de 1985, gran terremoto en el centro del país (8,5º Richter). Gómez-Correa, corroido por la calamidad política y por la pérdida injusta de su cargo diplomático, terminó derrumbándose. Entre un día y otro, quedó inválido por un cáncer a la médula central y fue internado en la Clínica Boston. En la ciudad letrada, un viento huracanado: Enrique se muere. Converso con Wally, su esposa, y expreso mi deseo de acompañar al poeta. Bajo ciertas restricciones lo visito varias veces y allí, grabadora en mano, registro  la firmeza de su voluntad y su perseverancia poética. Cito algunas preguntas y las palabras suyas, tomadas el 19 de julio:
"En el fondo yo soy un anarquista. Un anarquista muy libre, que no anda poniendo bombas pero que quiere, a lo más, que el pensamiento no tenga ninguna clase de amarras; incluso en la vida misma. Yo creo en una plena libertad."
Gómez-Correa había hecho suya la ambición de conseguir la "solidez compacta del ser", enunciada por Hegel. Y lo manifiesta con pasión durante esa misma conversación en la Clínica: "Eso se identifica conmigo mismo. Esa solidez compacta es una confrontación de mi alma en su conjunto con mi manera de ser." Esta entrevista se dio a conocer a través de Radio FM, de la Universidad de Chile, donde yo conducía programas literarios y de artes visuales.
¿Cómo podía un ser ordenado y pulcro, adicto a la ley, crear tanta poesía libre? "Yo puedo manejar el pensamiento, incluso el pensamiento cartesiano, de una manera racionalista y muy calculada; pero, cuando yo escribo mis textos poéticos, a la primera palabra se me arranca el lápiz y ya lo que pensaba hacer se me evade y es otro, es un otro el que escribe."
Enrique, mediante su voluntad, desechó la presencia de esa bellísima dama blanca que lo invitaba a seguirla, en las noches de la Clínica, y vivió diez años, lúcido de sus asuntos y en su capacidad creativa. Llegó a caminar trechos cortos. Pero tanto acervo poético no podía quedar sin registro: por eso el segundo tomo de las “arquitecturas del escritor”. Los días 4, 11 y 20 de agosto de 1987, en Galvarino Gallardo, grabamos 280 minutos. Todo este material de audio, más el de la clínica, está depositado en esta Universidad de Talca. También hay copia en la Biblioteca Nacional. Lo que entregó para el libro es altamente valioso, como documento, como brillante lección.
Y lo que nunca había pedido en su vida, llegó solo: la Medalla al Mérito Literario, creada especialmente por la Municipalidad de Santiago, en abril de 1995. El 28 de julio se "torna invisible", según su propia expresión. Un honor inmerecido -a ruego de Wally-, fue dejar caer sobre su urna, en la Parroquia de San Ramón (Providencia), unas cuantas palabras de despedida. Un periódico reseñó la acción: “Un poeta del Maule lo despidió, expresando: Aquí descansas como los volcanes de tu tierra. Gracias, Enrique, por el fuego que nos diste y por el legado de poesía y de nobleza que nos has entregado con tanta generosidad”.
Obra literaria de E.G-C
¿Hay visiones o hechos de su infancia que hayan marcado su vida de adulto? Fue una interrogación en dicha entrevista: "Sí. Hay un hecho que en la infancia me marcó mucho... Y es el haber presenciado, no sé si de cerca o de lejos, pero lo presencié, el suicidio de un minero que se colocó unos cartuchos de dinamita en la boca y los encendió; y, naturalmente, que se desparramó todo el cuerpo. Es un hecho que no he podido olvidar jamás, por su violencia. Yo debo haber tenido unos cinco o seis años de edad. Fue en Talca." También la ciudad natal fue cubierta por una gruesa capa de cenizas cuando estallaron volcanes aquí cerca, en la cordillera. Y el feroz terremoto de 1928. Correspondencia ciega con una poesía que se hizo explosiva en la reserva del inconsciente formada desde muy joven; es un factor, hay que agregar el carácter voluntarioso natural pero también incentivado: pues tenía detrás de sí el apoyo incondicional de su madre y de su hermano mayor. Su padre falleció antes de que este adolescente cumpliera los diez años de edad. El azar va moviendo sus piezas negras como en un tablero de ajedrez. Sin embargo este contrincante, con las blancas, posee una lucidez extraordinaria y tiene, a la vez, un proveedor de sabiduría: es el agudo profesor Alberto Arenas Carvajal (hermano de Braulio), que enseña castellano y filosofía. Estamos hablando de una época en que la enseñanza secundaria no estaba asfixiada como hoy bajo un modelo secreto. Este  profesor era amigo de Pablo Neruda, desde cuando ambos estudiaban Pedagogía. Cuando Enrique cursaba Cuarto Año, el profesor Arenas editaba una revista literaria y, para colaborar en ella, era obligatorio que los muchachos estudiaran la obra de Nietzsche y de Schopenhanuer. Nuestro poeta –ya lo era- se abocó apasionadamente a estudiar filosofía superior. Si hasta leyó a Einstein. ¿Cómo emerge ese trío de jóvenes fabulosos, el AGC (Arenas, Gómez, Cid en ese momento), que marca su paso en la historia de la literatura del país? Así recordó Gómez-Correa el inicio de esa epopeya: “Un curso más adelante estaban Teófilo y Braulio Arenas. Yo estaba en Cuarto Año de Humanidades y ellos estaban en Quinto. Pero ya había una selección, digamos así, que había hecho el propio profesor de castellano, de los tres escritores en ciernes que producía el Liceo de Talca. Entonces ya éramos conocidos en el liceo, entre todos los estudiantes. Para las horas de Cívica nosotros teníamos que dar una conferencia y, a veces, nos daban dos horas y hablábamos: yo del teatro español –por ejemplo-; Braulio habló sobre Goethe y el romanticismo alemán. Y Teófilo hablaba bien, era orador y era muy revolucionario.” Y a diario se juntaban después de clases. Ya estaba en marcha toda esa épica en busca del oro filosofal. Entre las lecturas del romanticismo alemán, descubrió un texto de Achim von Arnim (alemán, 1781-1831), la novela “Isabel de Egipto”, obra donde menciona la extraordinaria y maravillosa planta conocida con el nombre de “mandrágora”. Von Arnim había estudiado  Ciencias Naturales, por lo tanto había manejado información antigua y, evidentemente, quedó fascinado con el descubrimiento de aquella planta de prodigiosos poderes, ahora recogida por la leyenda. Lo mismo ocurrió con nuestro adolescente lector del Liceo de Hombres de Talca. De modo que, cuando en 1938 el grupo AGC, (Arenas, Gómez, Cáceres) buscó un título para su primera publicación, Enrique ya lo tenía.
Esas actividades liceanas generan una épica muy particular: se inicia virtualmente en 1932 con la formación del grupo AGAL, constituido por Julio Aldana, Enrique Gómez, Fernando Araya y Manuel Luna. Ellos lanzan dos revistas de corta vida: una El Sablazo y la otra, Don Feña. Al año siguiente, como alumno de Quinto, crean Dirigible, una sólida publicación que felizmente conocemos. Esas tres revistas están dirigidas por Gómez Correa. A la par, Arenas y Cid, de Sexto, publican otra. Un apunte rápido: de El Sablazo, no hay rastros; en cambio, de Don Feña se guarda un ejemplar celosamente en el Museo Paul Getty, de California, en la sección “Enrique Gómez-Correa”. En Dirigible destaca la colaboración literaria de nuestro muchacho. Era tal la efervescencia creativa de Gómez-Correa, que durante ese año pretendió editar su primer libro. Esta joya, actualmente disuelta mágicamente (o guardada por ahí), se llamó “Canciones de Adolescencia”. Para exhibir esa obra, los muchachos se dedicaron a juntar maderas de calidad, restos desechados de una caja tipográfica y tipos gastados; así construyeron una prensa, absolutamente artesanal. El libro fue impreso a dos colores, en cien ejemplares. Hemos hablado de una épica, porque allí nació el futuro impresor profesional don Julio César Aldana, fundador del diario El Centro (periódico modelo de nuestros días). Y en esa aventura también participó el gran político don Rafael Tarud Siwady.
Los fundadores de la Mandrágora, que si bien como ardillas del ámbito literario, no trascendieron al grueso público, ellos captaron el nivel intelectual y dieron sentido al pensamiento puro del surrealismo en Chile; y lo consolidaron. Ese cuarteto espectacular de nuestra literatura (Gómez-Correa, Braulio Arenas, Teófilo Cid y Jorge Cáceres), fundó un movimiento literario que impregnó a toda una generación. El surrealismo cambiaba las imágenes y el lenguaje; ahora se entendía que el poema no era un simple sentimiento o  un listado de bellas descripciones: es el producto de fluidos insospechados y riquísimos de la consciencia y del alma. El sentido del arte hace todo lo demás.
El poema es un objeto de arte. Toda obra de arte tiene una sustentación íntima, generalmente invisible. Lo que hizo Kandinsky –creador de la pintura abstracta- fue abrir ese mundo interior. El amigo de Breton, Magritte, Peret, Brauner, Granell, Caillois, Hérold, Mayo, Jaguer, y tantos otros poetas, críticos y pintores europeos, portaba, además, como sello personal, las raíces esotéricas de las más antiguas culturas de la humanidad. He ahí la gran diferencia con sus congéneres: toda su obra está estructurada, no por efervescencia de su magma verbal, sino por las correspondencias secretas que ataron sus figuras literarias. Es decir, tras de sus versos, está el pensamiento alquimista y la anciana sabiduría de Egipto. Más tarde, después de su estadía en la India, de su búsqueda por China y el Tibet, el peso de esas tradiciones lo embargó  y, tanto fue así, que dejó de escribir por diez años. Sobre eso conversamos repetidas veces en su lecho de enfermo, en su casa de Galvarino Gallardo 2150. Pero no fui su discípulo pues yo no estaba iniciado. Hubieran visto su biblioteca personal: gruesos libros especializados. Y esa poesía de gran bagaje, de códigos ocultos, no fue entendida con G-C en vida, digámoslo francamente. Y con él ausente, creo que nunca lo será. Es cuestión de leer la pobreza de conceptos en las escasas crónicas que se le dedicaron. Sobre aquella erudición, hablé algunas veces con Humberto Díaz-Casanueva, en su casa de Hernando de Aguirre 1128. La potencia de su creación está viva.
"Escribo porque es la manera más natural que tengo de realizarme, de expresarme... Todo está reafirmado en la realidad e incluso es una manera de realizar mi fantasía; en todo caso, todo mi ser."
El lenguaje es la casa del ser, apuntó un filósofo. Con los descubrimientos de la fenomenología de los sueños, apertura iniciada por neurólogos a fines del s.XIX y sintetizada por Freud, fue posible acercarse a las fuentes mismas de dicha experiencia. Karl Jung avanza en pos del alma. Bretón, a través de la psicología y la psiquiatría, se  interesa por la locura y los trastornos mentales de los que sobreviven a la Primera Guerra Mundial. Y se le abre el mundo interior como una nuez cascada. Ensaya abrir el inconsciente como una llave de agua. Y escribir. Para Breton, el ejercicio automático significaba recuperar poderes no corrompidos por la cultura occidental: está informado de la mentalidad primitiva, de los resquicios de las mentes alteradas y de los alcances de las ciencias herméticas. Pero no mide la cantidad de voluntad o luz diurna cuando se trata de entregar algo tan delicado como un ser que nace y viene dotado de sus propios factores de personalidad, esto que se llama obra de arte. La diferencia es la que ha captado el gran poeta chileno y crea su propia escuela surrealista.
Contra la crítica que depuso el dictado automático después, el chileno desarrolla su propia técnica para describir lo real con el pincel del azar. Es decir, coloca la voz libre del interior para ennoblecer ese espejo de lo cotidiano que lo atormenta. Es la voz que emana del espacio que va del inconsciente al consciente; en verdad, algo distinto. Allí libera las imágenes que se recubren de palabras. Ese descubrimiento es, en un muy corto lapso; a mi parecer, cuando todavía integra el grupo de Huidobro.
Digamos que su madurez literaria coincide con la fecha de su mayoría de edad (21 años) pues ha publicado el poema en prosa “Declaración”, en1936, entre cuyas líneas –ya explosivas- expresa: “Yo insisto en hacer del símbolo una hebra demasiado fina”. Y, más adelante: “Yo salgo de mi interior” y “Por el momento hago de la sangre un surtidor”. Estas sentencias son expansiones  como las rocas que expele un volcán en erupción. Por lo tanto, tenemos ya el poeta formado, lírico, audaz, desenvuelto al correr de la imaginación liberada. Su primer libro aparece en 1940 (“Las hijas de la memoria”, apenas 110 ejemplares).
Anotación al margen: ese mismo año 1936, al amparo de Vicente Huidobro, comienzan a publicar poesía surrealista un Rosamel del Valle, Eduardo Molina Ventura, Teófilo Cid, Braulio Arenas, Volodia Teitelboim. Y es llamativo que, entreverado con los chilenos, aparecen traducciones de poemas de Salvador Dalí, Picasso, René Daumal, Paul Eluard, André Breton, Roger Gilbert-Lecomte, Hans Arp; es decir, el corazón del surrealismo francés ya estaba latiendo aquí en Chile. Digamos, en consecuencia que, Huidobro estuvo entregando información clave –como ser los manifiestos de Breton- que ciertamente influyeron en la nueva generación de poetas nacionales. Pronto se agregaría Eduardo Anguita. Gómez-Correa especifica en nuestra entrevista de 1987: “Yo no me oponía –todo lo contrario- al surrealismo; pero quería ir más lejos, era el manejo de la palabra. Quería que se produjera un equilibrio entre lo irracional y lo racional. Un equilibrio entre la razón y el inconsciente”. Respecto de la calidad psicológica de la materia vaciada en un poema, declara: “(Sobre su impulso de escribir)… Podría decir que es temperamental. Sobre todo en la manera de mi poesía, de poema aislado. En el poema aislado, es temperamental” (…) “El poema largo, sin  argumento no es nada. La Noche al Desnudo (1945), es la noche, hasta llegar a definirla, disfrutarla, verla en todos los aspectos, y los defectos que produce la noche. En Pleno Día (1949), es al revés: es ver el mundo a través del día, la claridad, ver todos los fenómenos, los mismos que se aparecían de noche pero esta vez con las luces encendidas”. Esta es una gran lección, corroborada en la “arquitectura” de Raúl Zurita (2014). Se refiere a que toda gran obra literaria tiene una estructura interior, no visible.
Durante esos años de contacto con Huidobro, G-C estudiaba Derecho en la Universidad de Chile. No es desventurado aseverar que si el conocimiento adquirido por Breton provenía de su interés en la psicología como ciencia, aquí nuestro hombre también se sintió incentivado a estudiar todo lo relativo a fenómenos mentales del ser humano. “Sociología de la locura”, su tesis para titularse, es un catálogo del Entusiasmo, como él mismo tildó a la capacidad de concentrarse, involucrarse y desarrollar una pasión. Lo expresa en La Idea de Dios y las Vocales, opúsculo lleno de claves esotéricas, donde escribe: “… la idea de Dios, naturalmente no del Dios de los cristianos, sino del Dios Interior o Entusiasmo, y que en último término –lejos de más de alguna interesada tendencia metafísica- es la suprema energía del poder creador del hombre” (escrito fechado en julio de 1943).
¿Qué tan cercano está el creacionismo del surrealismo? G-C declara que “Había un abismo entre él  y nosotros los de la Mandrágora. Él era un racionalista a ultranza. Nosotros propiciábamos la extralimitación de los instintos con el consiguiente reconocimiento de los valores irracionales para conseguir como meta un equilibrio entre el instinto y la razón” (Baciu, p.27).
En efecto, sus textos pasaban a la imprenta casi sin correcciones, tal como esta confesión: "Así cortadas las amarras  /  El barco partió sin rumbo conocido." Este barco, Wally, es el propio Enrique. Él es independiente desde que falleció su padre y constató, cuando liceano, que con su propia fe y voluntad podría alcanzar aquello que siempre, a pesar de su pericia y sabiduría, no pudo alcanzar: la piedra filosofal. Es decir, el total conocimiento de las cosas, no como utopía, sino como realidad. En las categorías que orientaban su vida: primero estaba esa ansiedad de lo ABSOLUTO. En segundo lugar -quizás en el tercero-, ese amor –de todas maneras sincero- que él tuvo por ti, querida amiga.
La relación de nuestro poeta con los pintores surrealistas europeos es ampliamente conocida. Explícito es el libro-homenaje “El espectro de René Magritte” (1948). Y este nombre me trae a la memoria la extraordinaria exposición que presentó el Museo de Bellas Artes, de Santiago, “Magritte-Nougé” (1999), patrocinado por el Gobierno Belga. Para el efecto se proyectó un lujoso libro de gran formato y la Embajada me pidió una colaboración; el capítulo de esa obra se llama “Magritte y Gómez-Correa: una amistad más allá de lo real” (grandes fotos del grupo Mandrágora, retrato del pintor al poeta, cartas del belga, etc.). Bueno, la “Arquitectura del escritor. Enrique Gómez-Correa” (también de 1999), me transformó en el biógrafo conocido del poeta (y creo que es el único texto editado que abarca su vida y su obra).
Existe una fórmula para entender el complejo poético de cualquier autor. Está conformada por tres factores esenciales: AUTOR – OBRA – LECTOR (se puede aplicar a otras disciplinas, como la música). Esos tres factores se conducen entre sí como los anillos entrelazados del NUDO BORROMEO. En este ejercicio, si suprimimos la OBRA, se liberan los otros dos anillos. Si eliminamos el AUTOR, no hay Obra ni Lector. Si suprimen el lector, la OBRA no tiene sentido y el Autor pierde, o se pierde. En el caso poético que damos hoy, el AUTOR es Enrique Gómez-Correa, quien al referirse a su obra dice: “Es la búsqueda de lo Absoluto. Creo que todas las cosas vienen de las esencias” (filosofía pura, entre paréntesis). Esa ambición está maravillosamente manifestada en el interior de nuestro autor, y está proyectada a través de la energía de su YO en la creación. El segundo anillo: la OBRA, a partir de los juicios de Stefan Baciu y de Octavio Paz, se le reconoce una individualidad propia, con gran prestigio entre iniciados (la poesía, es producto espiritualmente alquímico, secreto). El tercer anillo, el LECTOR: si no llega la obra a sus manos o no sabe leerla, este anillo desaparece y, por lo tanto, el Autor y la Obra están liberados a su suerte. Finalmente, en el caso G-C, los tres anillos permanecen firmemente unidos. La potencia de esta poesía, aun sólo bajo el fenómeno de la relación OBRA/LECTOR, está plenamente activa.
Importancia del surrealismo en Chile

Collage de Ludwig Zeller

El verdadero precursor del surrealismo hispanoamericano fue, en efecto, Vicente Huidobro. Y esto lo corrobora Octavio Paz. Hasta podemos afirmar que en el hogar del creacionista se estableció una especie de taller literario donde toda la poesía francesa se leía en esa lengua, y también se traducía. Las publicaciones del anfitrión en revistitas santiaguinas propias, a pesar de formar parte de su armamento político, dejó a la posteridad ese infinito derroche de imaginación de jóvenes poetas que a su vez iban a hacer historia en nuestra lengua. La misma obra vanguardista de Huidobro, crea una poesía libre, pura, de efervescencia imaginativa en función del arte. De hecho, esta plaga surrealista hizo efecto inmediato en el Chile de izquierda; máxime si en París uno de sus iconos era Louis Aragon, ardiente miembro del comunismo estaliniano. El joven Volodia Teitelboim, concurría a las tertulias huidobrianas. Como también lo hizo Rosamel del Valle. Nicanor Parra está en una foto tomada en la Plaza de Armas de Santiago, junto a Braulio Arenas y G-C, alrededor del año 40 (pido un aplauso por Nicanor Parra). Hay un Neruda contagiado, dicen que Gonzalo Rojas es surrealista; la verdad: la Mandrágora no lo aceptó. Tenemos en la lista a Pablo de Rokha, Carlos De Rokha, Humberto Díaz-Casanueva, Eduardo Anguita, Jorge Cáceres, Teófilo Cid, Juan Emar en la prosa, Fernando Onfray, y muchos más de segundo orden tal vez.
Como bien  es conocido de todos, el movimiento surrealista chileno estuvo de la mano con las artes visuales y célebres son las exposiciones realizadas en Santiago, ya a partir de  1940.
Un hecho poco recordado, lo hace luz el exponente actual más conocido en el mundo: Ludwig Zeller (lejos, merecedor del Premio Nacional de Literatura). Zeller, con noventa libros de poesía ha llevado parte de su lenguaje poético surrealista al collage, en una obra incansable, parte de la cual se exhibe en grandes museos de Norteamérica y Europa. Por los años 60, fue creador de la Casa de la Luna, en calle Villavicencio. Su mujer, Susana Wald, la gran pintora rumano-canadiense, organizó al interior de la Universidad Católica (Casa Central) una gran exposición surrealista. En el frontis, un lienzo decía “El entierro de la castidad en la Universidad Católica”; el salón, repleto de pinturas eróticas y el piso tapizado de pechos de mujer elaborados en goma. Ludwig escribió un cartel que decía: “La mitad de la población del mundo anda a pie pelado. Cristo anduvo a pie pelado. Si usted quiere ver esta exposición, sáquese los zapatos”. Y así lo hicieron el  rector, las autoridades eclesiásticas y otros mandos que asistieron a la inauguración. Exponían Roberto  Matta, Nemesio Antúnez, Álvaro Donoso, Rodolfo Opazo y muchos más. Como no lo he dicho aquí -porque ustedes lo conocen-, la apertura del inconsciente ofrece, en los sueños y en la vigilia, sutil e inesperadamente, el reclamo de la libido y de la sexualidad.
Me parece innecesario extenderme aquí sobre la calidad y la profundidad de la creación surrealista en la plástica chilena. Está al más alto nivel mundial.
Sobrevivencia del surrealismo en el s. XXI
En la antigüedad, el arte describía las formas y los hechos; el cambio fundamental fue recoger los mitos que globalmente se corporizaron en mitologías; es decir, en las creencias místicas ante tanto misterio de la vida. Ya Aristóteles hablaba del alma, sin fundar su existencia. Hipócrates, fue más explícito.
En el siglo XIX, Juan Bosco, el santo, registraba sus sueños; uno de ellos: “Me pareció encontrarme en una extensa llanura, cubierta por un número incontable de jóvenes. Unos peleando, otros decían groserías. Aquí se robaba, allí se falta a la modestia. Una nube de piedras, lanzadas por bandos que hacían la guerra, volaba por los aires. Eran muchachos abandonados por sus padres y de costumbres corrompidas. Estaba ya a punto de irme de allí, cuando vi a mi lado a una Señora que me dijo: – Tienes que ir hacia esos jóvenes y actuar”. ¿Qué es esto? Flujo del inconsciente hacia el verbo y del verbo a la escritura; es un flujo que mezcla inquietudes sociales con el vapor del sueño; todo en el  interior del cerebro, en ningún lugar esotérico.
Tampoco vamos a desarrollar aquí un tratado de los sueños. Ni vamos a analizar el puntapié inicial de Rimbaud ni de Lautréamont. Ya el lenguaje surrealista está crecido en innumerables rincones del orbe.
¿No recuerdan ustedes, esa fantasía hecha cine que se llama “Los sueños”, de Akira Kurosawa? Surrealismo puro, en lenguaje visual. Maravillas del espíritu que ha jugado con la realidad.
La obra de G-C está depositada en el Museo Paul Getty, de California. Su voz está registrada en el Archivo de la Voz, de la Biblioteca del Congreso de tal país. Sus libros circularon, no por las librerías, sino como valores de intercambio con los grandes poetas de todo el mundo. Él, en consecuencia, formó parte de una gran red internacional y fue reconocido como la más alta cumbre del surrealismo hispanoamericano (Octavio Paz). El movimiento surgido en Argentina, fortalecido en Chile, creó raíces en toda América, de Terranova a Tierra del Fuego. Breton y numerosos surrealistas franceses escaparon de la guerra mundial para refugiarse en  países americanos. Hecho que rubricó el Entusiasmo en nuestra área parlante.
Lo de Brasil y Portugal, unidos por su lengua, es un capítulo aparte, brillantísimo en estos días. Entre ellos existe un culto casi desmesurado por la obra de Isidoro Ducasse, quien escribió:"No estamos contentos con la vida que tenemos. Queremos vivir en la mente de los demás una vida imaginaria. Nos esforzamos para que ella aparezca como somos". Es obvio que Nicanor Parra leyó Los Cantos de Maldoror.
Roland Barthes, filósofo, ensayista y semiólogo francés, dijo en 1975: "El grupo surrealista es en sí mismo un espacio textual".
Debo referirme, sin limitaciones verbales, a Floriano Martins (con quien me complazco en mantener relaciones vía email, a la vez que suele invitarme a colaborar), es un tremendo surrealista en la poesía, en la pintura y en el arte fotográfico; es, a la vez, un notable comunicador especializado, respetado en lenguas portuguesa y castellana. Es el creador de la feérica revista digital “Agulha Hispânica, revista de cultura”, editada en Fortaleza, (Brasil). Está en contacto directo con todos los surrealistas de dichas lenguas. Es amigo de Ludwig Zeller y le ha dedicado mucho espacio a la presentación de la última exposición en Oaxaca (recién hace unas semanas), porque ella es un acontecimiento artístico de primer orden. Recién el 29 de junio, Martins presentó el libro “La Vida Imaginaria del Surrealismo” y expresó en un extenso ensayo su defensa del movimiento: “El Surrealismo se sumergió dentro de la imagen para desentrañar sus misterios, el espectáculo de su belleza o el revolucionario de sus predicciones; es decir, para responder a la llamada de sus numerosas conexiones entre ellos y la relación de amor con los otros polos de la existencia humana que ha visitado. Los mundos subterráneos son una fuente inagotable de portales dispuestos a la iluminación. La década de 1920 es magnética. Al reunir en una gran sala de la naturaleza sugestiva de combate y la subversión, dio amplia visión de la conducta del hombre con respecto a todo lo que le preocupaba, la composición política, religiosa cazadora-estética, autoritaria, también agonías de un siglo que languidecía sin entender para los que vienen. Todos los vicios son de un hilo. El surrealismo surge como la única intervención quirúrgica posible. En este sentido, Artaud da en el blanco, "¿Cuál es la razón del área de la imagen que no puede reducirse y que debe permanecer en la imagen, a excepción de portar el riesgo de su desaparición?" Pero la imagen surrealista fue una audacia hasta entonces impensable”. Y la impresionante actividad surrealista actual en Brasil, Portugal, confirma que no es una moda pasajera sino una herramienta perdurable para someter a juicio, a través de la belleza, estos siglos amargos.
Algunos nombres latinoamericanos ya históricos: Aldo Pellegrini, Enrique Molina y Olga Orozco (Argentina), César Moro y José María Arguedas  (Perú), Álvaro Mutis  (Colombia), Octavio Paz (México, Premio Nobel 1990), Clément Magloire-Saint-Aude (haitiano, escribió: “Fuera de las ínfulas de mi sol anticuado / ¿Soy acaso el que interpreta los siglos, / El viento esculpido del centauro?”); y tenemos enseguida a Aimé Césaire (martinico) y Cruzeiro Seixas (Brasil).  
De España (o París) tenemos poemas surrealistas escritos por Dalí y Picasso. Y fueron cercanos: Aleixandre, Lorca, Cernuda. No vamos a nombrar a la legión de poetas surrealistas franceses (ni siquiera a Marcel Duchamp, por razones obvias), pero sí al croata Radovan Ivsic. Y en Rusia, goza hoy de reverencias el pintor Boris Indrikov. El surrealismo está vivo en Canadá y en los Estados Unidos. Beatriz Zeller (hija de Ludwig) continúa traduciendo, editando y asesorando exposiciones para museos americanos y europeos, en aquella especialidad. Recordemos que el Museo de Bellas Artes, de Santiago, mantuvo durante tres meses del 2013, la notable exposición Papeles surrealistasDibujos y pinturas del surrealismo en las Colecciones del MNBA.
En Chile, una nueva generación levanta las pancartas del movimiento: el 2005 sorprendieron con una expo de carácter internacional, organizada por los pintores de Phases (Jaguer) y los loquillos del Grupo Derrame. Estos últimos perseveran y generan exposiciones grandes, importantes; y revistas de arte. Nombres: Enrique de Santiago, Aldo Alcota, Rodrigo Verdugo, Rodrigo Hernández. Todos exhiben un amplio prontuario en las letras y en la pintura. Alcota expuso en la Casa Granell, de España, y en París, y se ha quedado por allá. Hay un pintor surrealista, de Macul, que distinguió G-C y que después Wally premió con una edición de meritorios poemas, me refiero al silencioso Carlos Delgado.
Pero no vayamos tan lejos, la extraordinaria pintora Susana Wald pintó para esta casa un gran mural. Su arte, plenamente surrealista, es hoy reconocido por la crítica y pares de América y de Europa.
Conclusión
El aporte del surrealismo a diversos formatos del arte, a la publicidad y al diseño gráfico mundial, es gordo. Pero, lo importante de estos homenajes a cien años del nacimiento de E.G-C, validando en plenitud el encuentro de hoy, es que él deseó que siempre se celebrara su cumpleaños, es decir: su presencia en la vida. Durante muchos años, presente o ya ausente Enrique, Wally, la familia y amigos, celebramos  los 15 de agosto; brindábamos por la calidad de su herencia espiritual, por la integridad moral y social, aunque a veces dejó a la esposa aislada en un poema sin darse a entender lo suficiente.

Sin que sea una sorna sin sentido, oigo exclamar hoy: ¡Qué tremendo surrealismo existe en el mundo! Algo que quizás siempre ha sido así, pues todo está, o ha estado, por sobre lo real. Antes de la redacción de su primer manifiesto, André Breton escribe a Philippe Soupault: "La inmensa tierra sonriente que ya no basta, necesitará de los mayores desiertos, ciudades y suburbios, sin el mar también muerto". Apocalíptica visión de hace cien años que estamos viendo hoy, día a día, en imágenes de la tv: la codicia por la tierra fértil, el saqueo de los océanos, multitudes huyendo por suburbios bombardeados y ametrallados en los desiertos. La poesía, amigos, no es ciega ni sorda: es la sensibilidad de ver; tal vez como una ventana a fin de uno mirarse a sí mismo en un paisaje donde todos nos ocultamos tras los árboles, evitando la comunicación, el mirarse a los ojos, desconfiando, mintiendo. El lenguaje poético es un documento que conserva la historia. Esa es una lección que aprendió desde muy joven, aquí en Talca, esa gran personalidad que fue y que es, Enrique Gómez-Correa.

6 ene 2014


RAROS DE AGOSTO 2013 “Diario de Cuba”, Madrid
Enrique Gómez-Correa o la luminosidad del secreto
Escribe: Juana Rosa Pita (Poeta, académica, Boston, USA 2013)
Pasados tres meses en librerías, retiraba los ejemplares de sus
 libros para que más adelante hubiera que encontrarlos con linterna.
Octavio Paz lo consideró el más grande surrealista latinoamericano.
Vuelta hacia lo desconocido por venir, refractaria a compromisos político-ideológicos, transida de misterio, no se contamina la poesía de vana vida socioliteraria e intereses espúreos, evitando así lo que Camus primero, y luego Ítalo Calvino en una de sus Seis propuestas para el próximo milenio, definieron como la peste que invade el pensamiento y el lenguaje. De eso estaba convencido plenamente Enrique Gómez-Correa (Talca, Chile, 1915 - Santiago de Chile, 1995) quien huyó de esa peste ya endémica en estos tiempos, distanciándose siempre de Neruda, cuyos acólitos irrumpieron en la sala para ahuyentar a los asistentes a dos lecturas que dio el Grupo Mandrágora en Santiago. 
"Hay que ser absolutamente luminosos", escribió quien Octavio Paz considerara el más grande surrealista latinoamericano. Juicio que comparto, habiendo tenido el privilegio de conocer personalmente al poeta principal de la Mandrágora chilena de cuyas manos recibí en Virginia, cerca de Washington, la mayor parte de sus poemarios, de otro modo inencontrables.
Conversando varias veces con él y luego leyendo sus poemas con calma —más que oyéndolo decir algunos en casa o en la Biblioteca del Congreso estadounidense, adonde lo llevé a grabarlos— me di cuenta, en mayo de 1977, de estar ante un verdadero poeta: amante incondicional de la poesía, de la libertad y apertura de espíritu en que florece, y de la incalculable generosidad que la propicia.
Estuvo en contacto con André Breton, pero cultivó particularmente la amistad creadora con pintores como René Magritte. Y mucho después con el grecoegipcio Mayo. De su correspondencia con el pintor surrealista belga surgió un bellísimo libro en que el poeta recoge los poemas que iba escribiendo para dar voz a cada uno de los cuadros cuyas reproducciones el pintor le mandaba a Santiago. Con el poemario publicado, El espectro de René Magritte (1948), voló a París y se apareció luego a visitarlo: "Correspondencia mágica entre el poeta y el pintor", me escribió en la dedicatoria del bello volumen en que ahora vuelvo a contemplar los doce cuadros que dieron pie a versos como estos que corresponden aLa vida feliz:
                       ...Ahora la nube se transmuta en el árbol
                       En cuyas ramas ella sostiene una prolongada siesta
                       La hoja denuncia sus deseos obscenos
                       Pero ella prefiere dormir
                       Dormir en mis brazos
                       A sabiendas de los temblores
 
                       De la metamorfosis
                       Del río que puede ser fruto o gusano de seda
 Los surrealistas valoraban el legado de Vicente Huidobro, quien en una ocasión se les acercó creyendo poder pasar alguna prueba y ser aceptado en el círculo mágico. Pero para detallar esa anécdota no hay tiempo en estas páginas. La mayor radicalidad respecto al padre vanguardista salta a la vista en el texto más programático del libro de Gómez-Correa, En pleno día (1949), "Mandrágora, arte poética": invitación a vivir cercano al misterio, como bailando sin dar pie en esa dimensión de sueño en que el labio es más veloz que la luz:
                       Al toque del relámpago
                       Sacad a pasear vuestro espíritu
                       Hacia los acantilados del mundo exterior
                       Tomad la primera palabra que salte sobre el labio
                       Y lanzáos con ella al infinito...
                       Que el hombre se busque en su obscuridad
                       Que viva en sus mitos
                       Que dé rienda suelta a su locura

Cabe mencionar el ensayo que defendió nuestro poeta al graduarse de abogado: Sociología de la locura (Aire Libre, 1940). ¿No es el mundo una invención de poetas? ¿No es el poeta una invención de la palabra? Y como "la palabra es el perfil del sueño", nos propone vivir en ese "juego de peligros" que es tratar de hacer presente lo inefable, que siempre se nos escapa y solo "por un golpe de azar reconocemos".
En Las tres y media etapas del vacío (1952) dice que el poeta es un liberador de lo desconocido, pero no solo para él sino para todos y todo. No basta entonces hablar con las estrellas y "Comprender el lenguaje de las plantas/ De las piedras en donde se esconden los ángeles". No basta que el hombre recupere para sí el mundo perdido y olvidado que los sueños compactan. Se precisa que todos ellos "Sientan el goce de la mano que les despierta.../ Que se cante en sus oídos la más encantadora de las canciones/ Como aquella de la luz que se petrifica/ Eso es la alegría que se encuentra a sí misma".
Con los libros de lujo tamaño folio contrasta la minimez (cabe en la palma de mi mano) del ensayo en que desarrolla su interés por el hermetismo y en particular por La idea de Dios y las vocales (1954), resaltando su carácter sagrado desde el tiempo de los egipcios y pasando por un acróstico teatral de Calderón de la Barca, hasta el soneto de Rimbaud. Prodigio de concisión rico en sugerencias es este librito con grabado en portada y capitulares de Holbein el Joven, donde ahora releo que cuando Dios abre los labios "a través de la sonrisa, como primer acto creador, una sonoridad de vocales salta fundiéndose con el sonido de los Siete Astros". 
Las ediciones de todos sus poemarios, publicados con el sello de la Mandrágora, eran apenas de 350 ajemplares (500 a lo sumo) numerados y firmados por el autor: nacían con vocación de incunables. Lo importante era para él dejar constancia de sus sueños, o mejor de la luz de ellos con que iluminaba lo real y en particular los puentes que conectaban la vigilia con el sueño, sus propios ojos con los ojos amados, en suma: hacer de ausencia presencia. Explosión no violenta, la creación (Poesía explosiva, 1935-1973 se titula la antología de su obra prologada por Stefan Baciu que me dio al partir): erupción o feliz desgarradura del dar a luz otra vida más plena, hasta entonces latente, súbitamente concedida a los otros, al país de los ojos y manos que la acogen, por exiguo o mínimo que sea, infinito.
A los trece años había vivido la violencia telúrica en Talca, la tierra del relámpago, pero si bien fue marcado por ella supo transfigurarla en la imaginación poética que lejos de dar muerte como terremotos y revoluciones, expande la realidad, la lucidez, la vida. Diez años después, el 12 de julio de 1938, se presentó en Talca la primera revista del grupo surrealista Madrágora, al que al principio estuvo vinculado Gonzalo Rojas. Estaban allí Braulio Arenas y Teófilo Cid. El benjamín sería Jorge Cáceres, muerto suicida en 1949 a los 26 años, de quien oí hablar a Gómez-Correa con afecto y admiración en una crepería de Georgetown, y cuyosTextos inéditos (1979) me enviaría dos años después recién editados por él mismo. Evocaba las caminatas juntos por el París de la posguerra, el embriagador entusiasmo compartido por la nueva forma de belleza que representaba el surrealismo.
El mismo entusiasmo delirante que explica su presencia en Washington aquella primavera. A Santiago había llegado mi primer poemario, Pan de sol, y en un artículo sobre las nuevas voces de la poesía hispanoamericana ("En el archipiélago de los poetas") lo mencionaba Braulio Arenas. Por su parte, Ludwig Zeller había invitado a Gómez-Correa a presentar un poemario suyo en el estado de Washington, y este, confundido por la ausencia del D.C. en el sello de las Ediciones Solar, partió con un paquete de libros para mí creyendo que allí me encontraría. Huelga decir que no estaba dispuesto a regresar a Chile sin cumplir su cometido: ponerlos en mis manos.
Alejado Teófilo Cid del grupo desde 1948, fue quedando solo el autor de El calor animal(1968-1969) en la fidelidad que su sensibilidad interior le pedía y sustentaba irremediablemente, a pesar de todo. Fruto de madurez rejuvenecida es este "poema alquímico" (así lo describe en la dedicatoria) en 99 partes que reafirman, a 30 años del exordio, su visión, y haciéndolo con la apreciable variedad de registros que solo una experiencia asumida e integrada a una sólida coherencia interna consienten, como en el XXXIV: "Estaba tan furiosamente invisible/ Que tomó una pluma con tinta invisible/ Y escribió sobre una hoja invisible/ Un poema invisible// Al terminarlo/ Rompió en mil pedazos el papel invisible//Pero su mujer reclamó por los destrozos".
Hermoso poemario que quisiera citar profusamente, aunque  me limitaré poco más que a la primera mitad del XXXVI:

                       Blanco en el corazón
                       y las manos en la frente del niño
                       Para perder la muerte y entrar a la vida
                       Olvídate de lo que eres y serás
                       La primera flor en el astro más alejado
                       El primer beso al caer en el precipicio del comienzo
                       Bien seguro el silencio tiene ya otra forma...

El poeta a veces accede al misterio, pero sale de él como un mendigo al que la eternidad le abre los brazos, dejando siempre la estatua de su mano extendida, a merced de los vientos que azotan su rostro. Pero no hay que desfallecer, como dice el final del XLIII: "Que llames sin esperar ser oído/ Solo por dar rienda suelta a tu angustia/ Para eso ave de otra pluma/ Desnuda tu corazón frente al mar".
Luis Enrique (su nombre de pila) Gómez-Correa, que había sido diplomático de su país —en Siria, Líbano, Yugoeslavia, Suecia y Guatemala— desde 1963 hasta renunciar por el golpe en 1973, continuó siempre viviendo en la poesía, creándola, aun durante los 12 últimos años de vida, sembrado en la cama por la parálisis que el cáncer de columna vertebral le produjo.
En sus envíos de entonces, así como en una tarjeta de Año Nuevo firmada por él y su esposa Wally, con quien tuvo cuatro hijos, el trazo de la letra era tembloroso. Pero su espíritu indagador seguía incólume como evidencia "Lo inexpresable":
                       Un solo golpe al alma
                       y esta cae en un sueño
                       Del que no se sale jamás...
                       ¿Qué hacer con la selva
                       Y el fantasma que eres tú
                       Cuando crees despertar de tu sueño
                       Y después caes en otro y otro y otro?
 El poemario se titula Frágil memoria (Ed. Universitaria, 1985). Los hallazgos de otro del mismo año que perdí por haberlo prestado, La pareja real, estababan ya en germen cuatro décadas antes.  En La noche al desnudo (1945) el poeta nos dice que la poesía lleva al conocimiento de esa trama sensible que entreteje lo real más allá del tiempo-espacio, más allá de la vida y la muerte, a los valores ciertos de la luz en lo eterno: "El alma es la nebulosa que circunda el cuerpo/ Un día se dispone liberarse/ Y parte hacia la nebulosa única".
Para Gómez-Correa la vía del amor, la poesía en libertad  y la amistad creadora era a todas luces una suerte de noche oscura o vía unitiva por caminos insólitos y medios armónicos (no manipulables) que, transitada con  obstinada intensidad y pureza, le permitió intuir: "Recuérdalo bien/ Tanta angustia tanta alma tanto corazón tanta lágrima/ Para hacernos definitivamente inteligibles". 
En 1987 se constelaron El nombre de pila o el anillo de la Mandrágora, La mano enguantada, El árbol del pensamiento...: "Sus ojos al otro lado de lo desconocido/ Brillan con el fulgor de una mano desprendida del cuerpo...// El nombre se adhiere al ser/ Y lo trastorna desde la infancia/ Le da la voz, el ritmo de la sangre, el grito que extingue la respiración". Y un día llega la muerte e impide continuar el baile que antes se danzaba con tanta embriaguez. Llega ciertamente cuando ya se han perdido todas las esperanzas. Y uno se adentra bien hondo en el sueño y "en su tanda corrida de símbolos".
Un raro, sin dudas, de los que merecen mayor reconocimiento y difusión: prefirió que su poesía quedara escondida antes que ponerla al servicio de causas extraliterarias favorecidas por muchos editores. Un raro de los que hasta 2012 en que apenas se ha comenzado a reimprimir algo de su poesía inicial —la retiraba de las librerías luego de tres meses, para que hubiera que encontrarla con linterna en adelante— pocos conocían el excelente fruto de su visión y genuina entrega a la palabra creadora: "pájaro azul de la soledad".
 René Magritte, 'Retrato de Enrique Gómez-Correa', 1953